10-abril-Un cuaderno, un comienzo
10/04/2025







Fue en una de esas excursiones creativas que me regalo de vez en cuando —esta vez, a la librería del Corte Inglés de Nuevos Ministerios— donde lo encontré. No lo buscaba, pero ahí estaba, entre estanterías repletas de agendas, cuadernos y pequeños tesoros para quienes amamos la papelería: una agenda Moleskine universal, llena de posibilidades. La abrí, la toqué, y de inmediato sentí esa chispa, como si algo me susurrara: “Ahora sí. Empieza.”
Así nació este proyecto: un año escribiendo.
"Una página en blanco no es un reto, es una oportunidad." — Jodi Picoult
Sentí una alegría genuina al encontrar el cuaderno. Como si este proyecto, que llevaba tiempo latente dentro de mí, solo necesitara el soporte adecuado para activarse. Porque quienes disfrutamos del papel sabemos que no todos los cuadernos sirven para todo. Hay uno que es el indicado, y este lo era.
Aunque uso herramientas digitales y las valoro, hay algo distinto en volver al papel, en refugiarme en una agenda física cuando necesito pensar con calma, tomar perspectiva, o simplemente reconectar. El papel me centra, me ancla en el presente.
La agenda es de vista semanal, con espacio suficiente para anotar ideas, planificar entradas, recopilar citas inspiradoras y hacer seguimiento del proceso. Pero lo que más me conquistó fue su flexibilidad: gracias a unas pegatinas con los meses, puedes empezar cuando quieras. Es un detalle sencillo, pero muy liberador.
El papel es fino y firme, ideal para una escritura fluida y limpia. Me encanta escribir con mis Pilot G-Tech-C4 de tinta negra y punta fina, que se deslizan sin esfuerzo, dejando un trazo perfecto. Siempre lo tengo a mano, pegado al cuaderno con mi soporte de Leuchtturm, listo para cuando llegue una idea sin avisar. Esa combinación convierte esta agenda en algo más que una herramienta: es un espacio vivo, funcional y bonito.
El diseño es limpio, elegante, con toques de color que dan vida sin recargar. Cada semana, al abrirla, siento que tengo un pequeño mapa frente a mí. Un espacio solo mío, donde puedo escribir, planificar y dejar que las ideas tomen forma. No solo me organiza: me inspira.
Y hay días en que eso es todo lo que necesito: abrir la agenda, tomar el Pilot y dejarme llevar. Escribir una frase, una idea, una observación. O simplemente releer y ver cómo avanza este año de palabras. Porque un cuaderno, a veces, no es solo papel: es refugio, brújula y chispa.
Así, página a página, este proyecto va tomando forma. Tan sencillo y profundo como sentarse con el cuaderno justo. Sin presión, sin metas imposibles, con el hábito constante de dejar que las palabras fluyan. Y todo queda ahí, recogido con cuidado, como un registro silencioso del proceso.
Lo estoy haciendo. Semana a semana, el proyecto avanza. Lo que empezó como un impulso se está convirtiendo en una práctica. Un ritual íntimo, donde la escritura sucede… y permanece.
Y además, me hace pensar que no solo me encanta empezar un cuaderno, sino que hay algo poderoso en ese gesto. Iniciar una página en blanco es mucho más que un simple comienzo: es una declaración de intenciones, una promesa silenciosa, una invitación a crear algo propio. Me gusta esa sensación de posibilidad, de estar abriendo una puerta hacia lo que aún no existe, pero ya empieza a tomar forma en mi mente. Porque empezar un cuaderno es, en el fondo, una forma de empezar de nuevo
"Abrir un cuaderno nuevo es como abrir una puerta secreta hacia uno mismo." — Desconocido