13/04/2025
Bienvenido/a la newsletter de Pequeños (grandes) placeres de la semana 15, un espacio donde encontrarás inspiración para llevar una vida más feliz: recomendaciones de libros, películas y pequeños momentos que vale la pena atesorar en el día a día.
Cada domingo recibirás un resumen con las entradas de la semana, para que puedas leerlas con calma. Además, siempre incluiré algo nuevo para disfrutar de la magia del fin de semana.
Esta semana he incluido las siguientes entradas:
1.- 07 de abril- Ordenar un cajón de Sastre
¿Alguna vez un simple cajón desordenado te reflejó por dentro?
Este texto narra cómo vaciar un cajón puede convertirse en un acto de liberación emocional.
Un gesto pequeño, casi cotidiano, que activa el cambio desde lo más profundo.
Lee esta historia y descubre cómo el orden puede ser el primer paso hacia la calma interior.
2- 08 de abril- Plantar un bonsái en primavera (y cómo volver a florecer a cualquier edad)”
¿Y si aún pudieras florecer, sin importar tu edad?
Este texto nace de plantar un bonsái… y termina sembrando una reflexión poderosa sobre la vida.
Una invitación a recuperar la curiosidad, a romper rutinas, a volver a sentir primeras veces.
Descubre por qué la primavera no es solo una estación, sino una forma de estar vivo.
3- 09 de abril- Bridget Jones y yo: cuatro películas, cuatro décadas, una sola vida
¿Te has reencontrado con una vieja amiga en la gran pantalla? Este texto es un viaje emocional y divertido a través de las cuatro películas de Bridget Jones, contadas desde los ojos de una mujer que ha crecido con ella. Entre risas, meteduras de pata y mucha ternura, Bridget se convierte en espejo, consuelo y compañera de vida. Si alguna vez te sentiste fuera de lugar… este relato te va a abrazar.
4.- 10 de abril-un cuaderno, un comienzo
Abrir un cuaderno nuevo puede parecer un gesto simple, pero encierra un poder profundo: el de empezar de nuevo.
Entre páginas limpias y trazos de tinta, nace un ritual íntimo donde la escritura se convierte en refugio e inspiración.
Este proyecto, semana a semana, toma forma sin prisa, como una práctica que acompaña y transforma.
Déjate llevar por la belleza de lo sencillo: un cuaderno, una idea, y el deseo de escribir
5.- 11 de abril. Naturaleza y poesía. Emily Dickinson
Explorar la vida y obra de Emily Dickinson es adentrarse en un universo donde la poesía y la naturaleza se entrelazan de manera sublime. Su profundo vínculo con el mundo natural se refleja en su herbario, una colección meticulosa de más de 400 plantas que recopiló y clasificó durante su adolescencia. Este amor por las flores y plantas permea su poesía, donde lirios, violetas, rosas y gencianas se convierten en símbolos de emociones y reflexiones profundas. Sumergirse en sus versos es redescubrir la belleza efímera de la naturaleza y la intensidad de las emociones humanas.
6.-12 de abril- Domingo de Ramos y tradiciones
Cada Domingo de Ramos despierta algo profundo: recuerdos de infancia, tradiciones que abrazan el alma y emociones que el tiempo no borra.
Es un día para sentirnos parte de algo más grande, más nuestro.
Aunque haya frío, el corazón siempre se abriga con esperanza y familia.
Déjate llevar por esa magia… y celebra a tu manera, con el alma despierta.
Y como el domingo también merece ser celebrado, quiero compartir contigo uno de mis momentos especiales.
El vaivén de las hojas
"Hay un susurro en las hojas cuando el alma de los árboles habla."
— Herman Hesse
Cada mañana, incluso antes de que el café termine de prepararse, abro la ventana y me detengo a mirar las copas de los árboles. No importa si es invierno o verano, si hay viento o calma. Es un gesto involuntario, casi un ritual, como si al asomarme al mundo necesitara primero asegurarme de que todo sigue en su sitio. No busco nada en particular, pero siempre encuentro lo mismo: el movimiento, la oscilación constante de las hojas, su danza silenciosa y caprichosa.
Si hay una brisa ligera, las hojas apenas tiemblan, como si alguien le susurrara un secreto al oído y ellas se limitaran a asentir con timidez. En esos días, la luz cae sobre ellas como un manto suave, deslizándose entre el verde y jugando con las sombras en el suelo. El aire huele limpio, recién estrenado, y el mundo parece tener un orden delicado, una coreografía que se ejecuta sin esfuerzo.
Pero cuando sopla el viento con más fuerza, las hojas no tienen tiempo para susurrar: entonces gritan. Se agitan, chocan unas contra otras en un murmullo apresurado, como si debatieran un asunto urgente, algo que deben resolver antes de que llegue la tormenta. Esos días, el cielo suele estar revuelto y la luz se vuelve cambiante. Pasa de un tono dorado a uno grisáceo en cuestión de minutos, como si alguien estuviera jugando con un interruptor.
Los días de lluvia, sin embargo, son los más hipnóticos. Desde mi ventana, veo las gotas aferrarse a las hojas, pesarlas, obligarlas a ceder un poco, a inclinarse en señal de rendición. El agua resbala por los bordes, se acumula en los nervios y cae en pequeñas explosiones silenciosas contra el suelo. A veces, cuando la tormenta arrecia, las ramas enteras se sacuden con una violencia inesperada, dejando caer su carga con un estrépito apagado.
Y sin embargo, lo que más me fascina no es el viento ni la lluvia, sino esos momentos de calma en los que los árboles parecen contener la respiración. Ocurre en las primeras horas del día, cuando aún queda rocío en las hojas y el aire es espeso, denso, cargado de humedad. En esos instantes todo parece suspendido, como si el mundo estuviera esperando algo. No hay brisa, no hay prisa. Solo la quietud, la anticipación de un nuevo movimiento.
Observar los árboles me ha enseñado a percibir el tiempo de otra manera. No el tiempo del reloj, el de las agendas y las alarmas, sino el tiempo del viento, el de las estaciones, el de los ritmos invisibles que rigen la naturaleza. He aprendido que nada permanece inmóvil por mucho tiempo, que incluso en la quietud hay una promesa de cambio. Que el viento siempre vuelve, que la lluvia siempre llega, y que cuando todo parece estar en calma, es solo cuestión de tiempo antes de que algo vuelva a moverse.
Por eso, cada mañana, antes de empezar el día, me asomo a la ventana y miro. Porque sé que los árboles, con su vaivén infinito, siempre tienen algo que decir.
"El viento es el alma de las hojas."
— Jean Giono