14 de mayo.El placer de lo pequeño: una manicura francesa como acto de autocuidado
Un momento para tí
14/05/2025
Con la llegada de la primavera, todo parece volver a la vida. El sol entra con más fuerza por las ventanas, los días se alargan y hay una energía suave pero presente en el aire. Es una estación que invita a renovarse, a salir del letargo y a reconectar con una misma.
Este año, además, coincide con un momento muy especial: la graduación de mi hija. Un logro suyo, sí, pero también el cierre de un capítulo en mi vida como madre. Quise celebrarlo de manera sencilla, pero con sentido: haciéndome la manicura.
No es algo que haga a menudo, pero cuando lo hago, lo disfruto. Esta vez opté por una manicura francesa: clásica, delicada, atemporal. Reservé la cita con tiempo, como quien se concede un pequeño ritual. Llegué puntual, sin correr, dispuesta a disfrutar ese rato. A veces olvidamos lo sanador que puede ser regalarse un paréntesis. No para hacer, sino simplemente para estar.
Mientras liman, pintan y masajean, mi mente se va soltando. A veces llevo música suave; otras, me dejo llevar por el murmullo del lugar. Es un espacio que no exige nada, solo atención al momento. Me siento, entrego las manos y dejo que las cuiden. Es una manera simple pero poderosa de desconectar del ruido cotidiano.
Primero aplican una base color carne, luego otra capa que aporta profundidad al tono, y por último, el detalle que más me gusta: las puntas blancas. Ver cómo las delinean con tanta calma y precisión siempre me sorprende. Es como observar a una artista en plena creación. La última capa lo sella todo, y al mirar mis manos hay algo distinto: una sensación de orden, de equilibrio, que va más allá de lo estético.
Hacerse la manicura puede tener un significado profundo. Cuidarse las manos reduce el estrés, fortalece la autoestima y abre un espacio íntimo de reconexión. Es cierto que la estética femenina ha sido utilizada muchas veces como forma de presión social; pero también lo es que muchas mujeres han recuperado estos espacios como decisiones propias. Pintarse las uñas, dedicarse tiempo, no por responder a una exigencia externa, sino por el simple placer de sentirse bien. En ese pequeño acto sucede algo importante: pasamos de lo impuesto a lo elegido, de lo superficial a lo auténtico.
Una manicura hecha por gusto no es solo una capa de esmalte: es una afirmación personal, una expresión silenciosa de libertad.
Me recuerda esa escena entrañable de Una rubia muy legal, cuando Elle Woods, entre esmaltes y secadores, forja una amistad inesperada con su manicurista, Paulette. Ese salón, aparentemente trivial, se convierte en un refugio de sinceridad y apoyo. Allí, entre limas y confidencias, también se tejen vínculos y se reconoce el valor de lo cotidiano.
Salgo del salón y siento mis manos ligeras, elegantes. Me gusta mirarlas, no solo por cómo se ven, sino por cómo me hacen sentir: presente, segura, cuidada. Durante semanas me acompañarán así, como un recordatorio tangible de ese momento que me dediqué.
Aunque pueda parecer un detalle superficial, hacerse la manicura es una forma sutil pero poderosa de cuidarse. Un acto de amor propio que, bajo su apariencia sencilla, nos recuerda que también merecemos atención, belleza y un tiempo solo para nosotras.
El bienestar emocional no siempre llega con grandes gestos. A veces empieza con una cita en la agenda, una silla cómoda, unas manos expertas trabajando sobre las tuyas y el simple placer de observar tus uñas y sonreír. En esos pequeños rituales también se celebra la vida.
Entre esmaltes y masajes, celebro no solo la llegada de la primavera o los logros de mi hija, sino también mi compromiso conmigo misma. Porque el bienestar no requiere grandes cambios; a veces comienza con unas manos bien cuidadas.
Tendemos a subestimar el valor de estas acciones. Las vemos como vanidad o capricho, cuando en realidad son formas de reconectar con nosotras mismas. De escucharnos. De decirnos: “Estoy aquí, me merezco esto.” En medio del ritmo frenético del día a día, estos actos de autocuidado se vuelven anclas. Nos centran, nos devuelven al presente y nos recuerdan que no solo estamos aquí para cumplir… sino también para disfrutar, para sentirnos bien en nuestra propia piel.
“Cuidar de una misma no es un acto egoísta. Es la más profunda forma de atención hacia el alma.” Clarissa Pinkola Estés, “Mujeres que corren con lobos”