Lo mejor de la semana 24 de Pequeños (grandes) placeres
Bienvenido/a la newsletter de Pequeños (grandes) placeres de la semana 24, un espacio donde encontrarás inspiración para llevar una vida más feliz: recomendaciones de libros, películas y pequeños momentos que vale la pena atesorar en el día a día.
Cada domingo recibirás un resumen con las entradas de la semana, para que puedas leerlas con calma. Además, siempre incluiré algo nuevo para disfrutar de la magia del fin de semana.
Esta semana he incluido las siguientes entradas:
Este texto nace de un hallazgo en Instagram que me tocó profundamente: una reflexión sobre Alicia en el País de las Maravillas que me hizo parar y pensar. Me vi reflejada en esa Alicia que mira un jardín soñado, pero no sabe cómo atravesar la puerta. ¿Cuántas veces nos pasa eso en la vida? A partir de ahí, volví al libro y descubrí cuántas enseñanzas siguen vivas: hacerse preguntas, desafiar lo absurdo, imaginar sin miedo. Porque crecer, al final, es aprender a moverse entre el caos con curiosidad y valentía.
Te invito a leerlo y a redescubrir a Alicia conmigo.
Últimamente he estado pensando en cómo organizamos nuestros días, y descubrí algo que me hizo clic: no es lo mismo un hábito, una rutina o un ritual. Los hábitos nos sostienen sin que lo notemos, las rutinas nos dan estructura, y los rituales… nos conectan con lo que realmente importa. Aprender a diferenciarlos me ha ayudado a darle más intención a lo cotidiano y a encontrar bienestar en los pequeños gestos.
Si tú también estás buscando más equilibrio y sentido, te invito a leerlo.
3- 11 de junio- Zentangle: cuando dibujar se convierte en meditación
¿Sabías que dibujar líneas, espirales y formas repetitivas puede ayudarte a meditar?
En esta entrada te cuento cómo descubrí el Zentangle, una técnica de dibujo sencilla y accesible que transformó mi forma de encontrar calma y concentración.
No necesitas saber dibujar ni tener experiencia artística: solo papel, un bolígrafo y unos minutos contigo.
Además de relajante, tiene beneficios mentales y emocionales comprobados.
Incluye una guía paso a paso para empezar y varios patrones fáciles para inspirarte.
Si buscas una pausa creativa y consciente, te invito a leer y probarlo. ¡Te sorprenderá!
4- 12 de junio-Cuando la cocina se vuelve familia: Noche de pizza
Lo que empieza como una tarde común se transforma en un pequeño ritual familiar alrededor de la pizza casera.
Entre harina, risas y creatividad, cada miembro aporta algo más que ingredientes: aporta presencia.
Amasar, elegir toppings, esperar frente al horno… todo se convierte en un juego compartido que nutre mucho más que el cuerpo.
La cocina se vuelve escenario de afecto y memorias, donde lo simple se vuelve extraordinario.
Este texto es una celebración de lo cotidiano, de esos momentos que no necesitan fotos porque ya viven en el corazón.
¿Te animas a descubrir cómo una cena sin pretensiones puede convertirse en un recuerdo imborrable?
5- 13 de junio- Una semana con los estoicos: el viaje silencioso hacia la paz interior
Julio tenía todo para estar bien, pero algo le faltaba. Una frase de Epicteto lo llevó a probar una semana de vida estoica, y lo que encontró no fue euforia, sino algo más profundo: claridad, paz y sentido.
El estoicismo no es una teoría abstracta, sino una guía práctica basada en controlar lo que depende de ti, dominar tus emociones, vivir con virtud y aceptar lo inevitable.
Pequeños cambios diarios pueden transformar tu forma de ver y vivir la vida.
No necesitas retirarte del mundo, solo aprender a habitarlo con más conciencia.
Si alguna vez sentiste que algo te falta y no sabes qué, esta lectura puede ser un buen comienzo.
6- 14 de junio- Donde nada pasa y todo ocurre: el arte del cine de tacitas"
¿Alguna vez te emocionaste con una sola mirada o con una conversación en voz baja mientras se sirve el té? El “cine de tacitas” —elegante, contenido y emocionalmente profundo— es mucho más que trajes de época y salones refinados.
En un mundo que grita, este cine susurra verdades incómodas sobre el deber, el deseo, el género y las estructuras sociales.
Detrás de cada silencio hay un universo emocional que arde con fuerza.
Lejos de ser lento o aburrido, este cine es un refugio para quienes encuentran belleza en lo no dicho.
Si alguna vez te dolió más una pausa que un grito, esta entrada es para ti.
Y como el domingo también merece ser celebrado, quiero compartir contigo uno de mis momentos especiales.
LECTURA EN LA TERRAZA AL ATARDECER
El calor me ha llegado de golpe. No fue un ascenso suave ni gradual, sino un salto abrupto hacia el verano más denso. Como si alguien hubiera descorrido una cortina invisible y, de pronto, el aire se volviera espeso, inmóvil, saturado de luz y de fuego. Las tardes dejaron de invitarme a pasear; más bien me empujan a buscar sombra, a guarecerme, a esperar. Las calles las siento suspendidas en una quietud sofocante, con los pasos escondidos y los sonidos adormecidos bajo el peso del sol.
Pero cuando el día por fin empieza a rendirse, cuando la luz cambia y el cielo se viste de tonos suaves, sucede algo que para mí tiene algo de sagrado. Salgo a la terraza justo en ese momento exacto en que el calor afloja y la brisa —tardía, suave— me acaricia la piel como un regalo inesperado.
Me dejo caer en el sofá, con el cuerpo cansado pero en paz. Un libro en las manos, los pies descalzos, la mirada que a veces se pierde entre páginas y otras simplemente se desliza hacia el horizonte. A veces leo, sí. Pero otras veces solo estoy. Respiro más despacio, dejo que el mundo se vuelva lento a mi alrededor.
El silencio en la terraza es distinto: no vacío, sino lleno de vida discreta. Oigo el canto de un pájaro que aún no duerme, el murmullo de una conversación lejana, el crujido ocasional de las hojas. Y en medio de todo eso, sin que tenga que hacer nada especial, las tensiones del día empiezan a disolverse. El calor deja de ser enemigo y se convierte en una huella tibia, casi agradable, sobre la piel.
Cuando el cielo vira al lila y al naranja, preparo algo sencillo para cenar. Algo fresco, ligero. Una ensalada, un poco de pan, un vino frío, o simplemente lo que haya. Lo llevo también a la terraza, como si ese rincón, en ese momento del día, fuera el verdadero corazón de mi casa. Poco a poco, las luces de los edificios vecinos se encienden una a una, como si alguien las fuera despertando con cuidado. Y las mías, esas luces tenues colgadas en la barandilla, se iluminan también, dibujando un contorno cálido en la penumbra.
Todo se vuelve acogedor, íntimo, casi suspendido en el aire. La brisa, el murmullo del anochecer, las luces suaves y el sabor simple de la comida se mezclan en una escena sin pretensiones, pero llena de sentido. Es como si el tiempo se recogiera en un suspiro. Como si, sin grandes gestos, la vida se sentara conmigo un rato, en silencio, a mirar el cielo.
Y entonces lo pienso: quizá esto también sea el verano, que se acerca.
No solo el sol abrasador del mediodía, ni las prisas ni el sudor.
También estos ratos callados, sencillos, en los que no hace falta hacer nada más que estar.
Estar aquí. Estar conmigo.
Y dejar que la noche me envuelva con su calma.
Encontrarás otros momentos especiales en las entradas resumen de cada una de las semanas:
5. El gozo de escribir con el bolígrafo perfecto ✍️🖤
7. Primavera en una maceta: una margarita para mi hogar
8. Vuelta un día antes de vacaciones
9. Leer nada más levantarme un fin de semana de primavera