20-abril- Lo mejor de la semana 16 de Pequeños (grandes) placeres y El gozo de escribir con el bolígrafo perfecto
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20/04/2025
Bienvenido/a la newsletter de Pequeños (grandes) placeres de la semana 16, un espacio donde encontrarás inspiración para llevar una vida más feliz: recomendaciones de libros, películas y pequeños momentos que vale la pena atesorar en el día a día.
Cada domingo recibirás un resumen con las entradas de la semana, para que puedas leerlas con calma. Además, siempre incluiré algo nuevo para disfrutar de la magia del fin de semana.
Esta semana he incluido las siguientes entradas:
1.-lunes 14 de abril- Desayuno robado
En "Desayuno robado", os invito a deteneros y saborear esos pequeños rituales que nos reconectan con nosotros mismos. Algo tan sencillo como regalarme una hora de calma en una cafetería, donde el café y las revistas se vuelven aliados del alma. Este texto es una oda a los momentos simples, a las pausas sin culpa, a los placeres discretos que renuevan. Una lectura cálida que te hará preguntarte: ¿cuándo fue la última vez que te regalaste un respiro?
☕ Lee la historia completa y déjate inspirar a robarle al día tu propio instante de paz.
2-martes 15 de abril. Torrijas y memoria: el ritual de una mañana de primavera
Cada Semana Santa, mi casa huele a leche infusionada y pan tostado: a torrijas, pero sobre todo, a memoria. Este ritual familiar no es solo una receta, es un puente entre generaciones, un momento en que los silencios, las risas y las historias se mezclan con canela y azúcar. Hacer torrijas juntos se ha vuelto un acto de amor y pertenencia, una forma de enseñar sin hablar y de recordar sin esfuerzo. Entre dedos azucarados, olores cálidos y charlas sin prisa, sembramos recuerdos que quizás un día regresen a esta misma cocina.
¿Te animas a saborear esta historia hecha con manos, corazón y pan del día anterior?
3- miércoles 16 de abril. Películas de Semana Santa
Cuando pienso en la Semana Santa, no solo recuerdo el incienso o las torrijas, también vuelvo a aquellas películas épicas que marcaron mi infancia. Tardes en familia viendo a Moisés abrir el mar o a Jesús caminando entre multitudes, mientras la casa olía a canela y se filtraba la luz por las cortinas. Más que cine, eran ritos compartidos, lecciones envueltas en túnicas y música solemne. Hoy, verlas con mis hijos se ha convertido en un acto de memoria y conexión.
¿Y tú? ¿Te animas a revivir estos clásicos y con los tuyos esta Semana Santa? 🎬🍞 compartirlos
4.-jueves 17 de abril. La fascinante historia de los Huevos de Pascua
Cada Pascua, los huevos de chocolate y la emoción de la búsqueda con mis hijos llenan la casa de risas… pero también de historia. Detrás de estos dulces coloridos hay siglos de símbolos, culturas y rituales que celebran la vida, la renovación y la esperanza. Me maravilla cómo una costumbre tan antigua ha llegado hasta nuestro salón, transformada en un momento familiar lleno de intención. Hoy, más que nunca, quiero seguir creando recuerdos con significado.
¿Y tú? ¿Te animas a celebrar esta Pascua con alma, dulzura y nuevas tradiciones? 🐣🌸🍫
5.- viernes18 de abril. Un libro, una película: “Pan de limón con semillas de amapola”.
En esta nueva entrega de “Un libro, una película” te hablo de Pan de limón con semillas de amapola, una novela delicada, cálida y profundamente humana. Cristina Campos nos sumerge en una historia de hermanas, reencuentros, maternidad y segundas oportunidades. Ambientada en el encantador pueblo de Valldemossa, es ideal para leer en primavera. Además, su adaptación al cine conserva la esencia y la sensibilidad del libro. Si te gustan las historias que reconfortan, esta es para ti.
6.- sábado 19 de abril-Spa casero ante un día gris
En un día gris de abril, el invierno se despide con lluvia y un baño cálido que se convierte en refugio.
Velas, té especiado, aromas cítricos y un libro lleno de pequeños placeres transforman el ritual cotidiano en una pausa sagrada.
El cuerpo flota, se disuelve, se suelta.
Entre vapor, música suave y silencio, nace un instante de presencia absoluta.
Una invitación a recordar que cuidarse también es detenerse.
Y como el domingo también merece ser celebrado, quiero compartir contigo uno de mis momentos especiales.
El gozo de escribir con el bolígrafo perfecto ✍️🖤
Aunque no sea una carta de amor, esto se le parece bastante. Porque sí, hay algo profundamente íntimo —casi sagrado— en el acto de escribir con mi bolígrafo favorito. Ya lo decía Ana Shirley, la de los Álamos Ventosos: "No se puede escribir una carta de amor con una pluma que salpica… ni con una pluma de punta afilada… ni de punta roma. Así que solo recibirás esa clase de cartas cuando tenga la pluma adecuada".
Aunque ésta no va a ser una carta de amor. Tengo una pluma cuya punta salpica y no puedo escribir cartas de amor con una pluma así… ni con un apluma de punta afilada… ni de punta roma. Así que solo recibirás esa clase de cartas cuando tenga la pluma adecuada”. “Ana la de los Álamos Ventosos”. L. M. Montgomery.
Y yo añadiría: tampoco se puede escribir un pensamiento bonito, una idea brillante o una emoción precisa si el bolígrafo no fluye como debe.
Yo tengo mis rituales, lo confieso. Ya lo conté en “un cuaderno, un comienzo”, los Pilot G-Tech-C4 en negro son mis aliados, mis pequeños talismanes de tinta. Pero como los genios temperamentales, no siempre están de humor. A veces raspan, se atascan, se quejan… y entonces todo se detiene. Porque para mí, el placer de escribir no es solo mental: es profundamente sensorial. El roce del bolígrafo con el papel, el sonido leve del trazo continuo, la danza casi hipnótica que se crea cuando la tinta corre sin freno. Eso es lo que me hace fluir.
Y cuando tengo la suerte de que todo se alinea —el Pilot en su punto exacto, el cuaderno Moleskine con esa textura suave pero firme, el silencio adecuado o la música precisa de fondo—, entonces ocurre la magia. Las palabras no parecen salir de mí, sino del propio bolígrafo. Como si él tuviera sus propios pensamientos, como si solo necesitara mi mano para materializarlos. Las frases se alargan solas, los párrafos se encadenan como si alguien los dictara desde algún rincón luminoso de mi cabeza. Es un momento de gozo absoluto, de comunión entre mente, cuerpo y papel.
Y me encanta ver cómo mi mano va dejando atrás ese gusanillo de tinta, como una pequeña huella del camino que recorro al escribir.
Sin embargo, basta con que el bolígrafo chirríe, que la tinta falle o que el papel no acompañe… y la magia se rompe. Es un equilibrio frágil, sí. Pero por eso mismo es tan preciado. Porque cuando se da, todo tiene sentido. Escribir se vuelve algo más que juntar palabras: es una forma de estar presente, de tocar lo intangible, de guardar para siempre lo que, en otro momento, quizás se habría esfumado.
Así que no, no es solo un bolígrafo.
Es un hilo conductor.
Es una llave.
Y a veces, si tengo suerte, es el comienzo de algo hermoso.
Y si no… no importa, porque ese momento no me lo quita nadie. Esa pausa en la que todo se alinea. Esa tregua del mundo donde solo existen el papel, la tinta y yo. Porque aunque la inspiración se escape o el texto no llegue a nada, el placer de escribir con el bolígrafo perfecto, en el cuaderno perfecto, sigue siendo uno de esos pequeños grandes lujos que hacen que todo valga la pena.
"Lo que realmente importa es que la pluma esté tan bien equilibrada que desaparezca en la mano y no interfiera entre el pensamiento y la palabra."
— Gustave Flaubert
¿Cuál es tu bolígrafo preferido?