28 abril- Celebra el lunes de aguas
28/04/2025
Hay días que el calendario no olvida, aunque los años pasen y los paisajes cambien. Uno de ellos, sin duda, es el Lunes de Aguas. Una celebración que no solo no quiero, sino que no puedo pasar por alto. Cada primavera, justo ocho días después del Domingo de Resurrección, la memoria me toma de la mano y me lleva, sin avisar, a mi infancia en Salamanca.
Recuerdo aquellos días de campo con una claridad que duele y reconforta al mismo tiempo. Estábamos todos: la familia, el mantel de cuadros extendido junto al Tormes, las cestas rebosantes de tortilla, hornazo y bebidas frescas. Las risas, los juegos, las voces entrelazadas con el murmullo del río y los silbidos del viento componían una sinfonía que aún resuena en mi pecho. Las nubes siempre amenazaban —porque la primavera en mi tierra es un pulso constante con el cielo—, y cuando finalmente llovía, mi lógica infantil encontraba sentido al nombre del día: Lunes de Aguas, claro… ¿qué otra explicación podía haber si acabábamos merendando en el salón de casa, entre servilletas desordenadas y carcajadas iguales de festivas?
Luego llegó la juventud, ese tiempo en el que todo se vive con una intensidad nueva. Ya mocita —que así nos llamaban allí, con ternura y picardía—, la fiesta se organizaba con la pandilla. Elegíamos la mejor campa, la más resguardada, y entre transistores, bocados improvisados y confidencias al sol, celebrábamos sin saberlo una herencia cultural profunda. Era nuestro modo de cerrar la solemnidad de la Semana Santa con un día de alegría desenfadada, de libertad y de reencuentro con lo simple.
Hoy, lejos de mi tierra charra, en Madrid, esa celebración sigue viva. Ya no está el río Tormes, ni las mismas caras, ni la misma campa… pero el espíritu permanece. Me he inventado un ritual nuevo, uno que recoge el alma de aquel lunes y la siembra cada año en casa. Busco —o hago— mi hornazo con mimo, con su chorizo, lomo y huevo duro, protagonista absoluto del día. Si el cielo se enfada y no deja salir, no importa. Como cuando era niña, extiendo el mantel en el salón, y la fiesta se celebra igual.
He contagiado a los míos de esta costumbre que podría parecer un capricho, pero que lleva siglos latiendo. Leemos en voz alta la romanza de Armando Manrique Cerrato, ese poema que narra con gracia el origen de esta tradición que, aunque nacida de lo religioso, huele a pueblo, a alegría pagana, a raíces profundas.
Porque al final, el Lunes de Aguas es eso: una forma de no olvidar quién eres ni de dónde vienes. Un lazo invisible entre el ayer y el ahora. Y mientras haya un hornazo sobre la mesa, una historia que contar y una risa que se repita, la tradición seguirá viva… en Salamanca, en Madrid o donde el corazón decida quedarse.
Escuchen Vuesas Mercedes
la historia que se relata
que año tras año acontece
en tierra de Salamanca.
Sucede al octavo día
de la muy Santa Semana;
Nuestro Señor resucita
la Cuaresma es terminada.
Tiempo de recogimiento,
de ayunos y de plegarias,
tascas, cantinas, tabernas,
sus postigos los cerraban,
burdeles y mancebías,
los faroles apagaban
que, en la vigilia, la carne,
al vulgo le era vedada
y los placeres carnales,
¡echados de las murallas!
Mas al llegar esa fecha,
tan gozosa y celebrada
que hoy nos conmemoramos,
llamada Lunes de Aguas,
toda aquella algarabía
a la villa regresaba
del arrabalero exilio
que la moral demandaba.
"Padre Putas" era el nombre
que el cortejo encabezaba;
disculpen tal expresión
pero es esta la palabra
(mi ánimo no es ofender
las virtuosas sotanas)
pero es que, cruzando el Tormes,
alegremente embarcadas,
encontrábamos rameras,
prostitutas, barraganas,
mujeres de vida alegre,
seductoras, cortesanas
que su oronda mercancía
jubilosas la mostraban.
Tras los salmos y los rezos
la veda era levantada
y así al mando de ese cura
de caritativa alma,
la muy excelsa capital
culta y universitaria,
con grande satisfacción,
el regreso proclamaba.
Lunes risueño y festivo,
se bebía, se jugaba,
corría el vino a raudales,
se comía, se apostaba,
que la vida licenciosa
a la villa era llegada;
terminose la Cuaresma,
¡la vigilia era olvidada!
Con productos de la sierra,
inigualables viandas,
con chorizo y con jamón
y lomo de la matanza,
preparábase la típica
y contundente empanada
que con el nombre de hornazo,
quedó entonces bautizada.
Hoy varios siglos después
del trasiego de las barcas,
cuando viejas prohibiciones
han sido ya relegadas,
en la época de internet,
del whatsapp y la informática,
al llegar octavo día
de la muy Santa Semana,
continuase celebrando
tradición tan ilustrada
y en las riberas del Tormes,
en las dehesas y campas,
en los bosques y praderas
de toda la tierra charra,
allí júntense las gentes
a festejar la jornada
y sigue siendo el hornazo
el rey de toda quedada.
Disfrutase la reunión
y las sabrosas viandas,
conmemorando la fecha
que hoy a todos nos hermana
y que he querido contarles
en la forma de romanza.
Vuesas Mercedes dirán
si han sido bien informadas
del magno acontecimiento
que se celebra en la plaza,
una fecha singular
llamada "Lunes de Aguas"
que año tras año acontece
en tierra de Salamanca.
Armando Manrique Cerrato.
Salamanca. Versos y Caminos 2017
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