29/03/2025
El tiempo es lo más valioso que una persona puede gastar.”
— Teofrasto
Hoy, como cada marzo, cuando los relojes se adelantan y perdemos una hora de sueño, sentimos —casi físicamente— cómo el tiempo se nos escurre entre los dedos. Cambiamos la hora. Un gesto automático: el móvil lo hace por nosotros, apenas lo notamos... hasta que suena el despertador. Ese día nos arrastramos, con la sensación de ir a contratiempo, desconectados, como si el cuerpo siguiera en otro huso horario.
Este cambio, originalmente justificado por una supuesta eficiencia energética, nos recuerda nuestra relación con el tiempo: rígida, matemática, obsesiva. Vivimos gobernados por Chronos, el tiempo cronológico que mide minutos, que fragmenta el día, que impone el ritmo de lo urgente y lo productivo. Es el tiempo del reloj, de los horarios, de las prisas. No se detiene. Nos empuja.
En la mitología griega, Chronos era el dios que organizaba, medía y agotaba el tiempo. Cada primavera, al perder esa hora, sentimos su tiranía con una punzada de cansancio y desajuste.
Pero los griegos, sabios como eran, conocían otro tiempo: Kairos.
Si Chronos es cantidad, Kairos es calidad.
Es el instante justo, el momento oportuno, la grieta por donde se cuela lo verdadero. Kairos no se mide ni se repite. Es esa conversación que transforma, un abrazo en el momento exacto, el silencio previo a una decisión importante. Es el tiempo que nos atraviesa, que nos cambia.
“Kairos es ese instante en que se abre una grieta en el tiempo… y si estás atento, puedes entrar y vivir plenamente.”
— Inspirado en los griegos
Tal vez este ritual anual de perder/ganar una hora sea también una invitación a revisar qué estamos perdiendo en realidad. Porque en nuestra obsesión por aprovechar el tiempo, por optimizarlo todo, hemos olvidado cómo habitarlo. Somos expertos en gestionar agendas, pero torpes a la hora de vivir los momentos.
No contamos los días, hacemos que los días cuenten.”
— Muhammad Ali
¿Cuándo fue la última vez que viviste un momento Kairos?
· Fue esa tarde en la que miraste el mar sin pensar, solo respirando.
· Fue cuando tu hijo rió a carcajadas y olvidaste el reloj.
· Fue una canción que te quebró por dentro sin aviso.
· Bailar en la cocina con quien amas, sin que nadie mire.
· La última página de un libro que no querías soltar.
· Una noche bajo las estrellas, hablando sin filtros.
· Un reencuentro con alguien del pasado, como si el tiempo no hubiera pasado.
· Un mensaje que llegó justo cuando lo necesitabas.
· Cocinar sin prisa, solo por el placer.
· Caminar bajo la lluvia y reírte de ti mismo.
· Un silencio compartido que dijo más que mil palabras.
· Un instante en que todo, por un segundo, tuvo sentido.
· Una conversación sin rumbo que terminó en una conversación inolvidable
· Una tarde de risas tontas que nos recordó que aún sabemos jugar
· El momento en el que alguien nos miró a los ojos y nos dijo algo que necesitábamos escuchar.
· Un amanecer en silencio, solo o acompañado, en el que por un instante todo tuvo sentido.
· Una comida sin prisa en la que la sobremesa se volvió más importante que el plato.
· O simplemente sentarse al sol un rato, sin hacer nada, solo dejando que el tiempo pase por dentro.
Eso es Kairos. Tiempo fuera del tiempo. Tiempo lleno de alma.
Kairos es tiempo ganado a la prisa.
No se mide, pero se queda.
No se recuerda por su duración, sino por cómo nos hizo sentir.
“La vida no se mide por las veces que respiramos, sino por los momentos que nos dejan sin aliento.”
— Maya Angelou (atrib.)
¿Qué pasaría si este marzo, en lugar de quejarnos por la hora perdida, decidiéramos regalarle un espacio a Kairos?
¿Y si este pequeño desajuste fuera una pausa, una fisura por donde entre otra forma de estar?
No podemos frenar al reloj, pero sí podemos cambiar la forma en que lo escuchamos. Podemos dejar de mirar las agujas y empezar a mirar alrededor. Porque lo esencial no sucede cuando el reloj lo indica, sino cuando el alma lo reconoce.
Perdemos una hora, sí. Pero tal vez eso nos recuerde que lo que realmente importa no se mide en horas, sino en presencia. Que el tiempo valioso no es el que pasa, sino el que permanece. Ese que late en forma de recuerdo, de emoción, de sentido.
Que este marzo no sea solo un cambio de hora.
Que sea un cambio de mirada.
Más Kairos.
Menos Chronos.
Más momentos que importan.
No más tiempo, sino más oportunidad de estar.
De realmente estar.
“Tempus fugit, aeternitas manet.”
El tiempo huye, la eternidad permanece. — Lema clásico latino