04/05/2025
Bienvenido/a la newsletter de Pequeños (grandes) placeres de la semana 18, un espacio donde encontrarás inspiración para llevar una vida más feliz: recomendaciones de libros, películas y pequeños momentos que vale la pena atesorar en el día a día.
Cada domingo recibirás un resumen con las entradas de la semana, para que puedas leerlas con calma. Además, siempre incluiré algo nuevo para disfrutar de la magia del fin de semana.
Esta semana he incluido las siguientes entradas:
1.- 28 de abril- Celebra el lunes de aguas
El Lunes de Aguas es una entrañable tradición salmantina que, con la llegada de la primavera, revive memorias familiares, meriendas campestres junto al río y el sabor inconfundible del hornazo. Recuerdo mi infancia y juventud celebrando este día entre risas, lluvia y costumbres compartidas.
Déjate llevar por una historia que huele a campo, sabe a hornazo y suena a infancia feliz. Un viaje nostálgico y luminoso que demuestra que las tradiciones, cuando se sienten de verdad, se celebran donde haga falta.
2-. 29 de abril- ¿Tienes tu propio ritual matutino?
Un ritual matutino es mucho más que una rutina: es un acto de presencia que transforma cómo habitamos el día. No se trata de hacer muchas cosas, sino de hacerlas con intención y sentido, desde un espacio propio y consciente. Desde escribir páginas matutinas hasta leer afirmaciones, cada gesto puede convertirse en una semilla de claridad, calma y enfoque. Estos momentos nos anclan, nos enraízan y nos recuerdan quiénes somos antes de que el mundo nos invada.
Te invito a leer el texto completo y descubrir cómo un simple ritual puede cambiar tu forma de vivir.
3.- 30 de abril-Semana Santa en casa, día de renovación
Esta Semana Santa me quedé en casa, y lejos de vivirlo como una renuncia, lo sentí como un regalo. Unos días de pausa verdadera, sin apuros ni exigencias, donde el silencio no dolía, sino que sostenía. Desperté sin despertador, escribí mis páginas matutinas, caminé sin auriculares, cociné con atención y tomé un baño como si fuera un ritual. No hice nada "productivo", pero fue uno de esos días que dejan huella, que me hicieron volver a mí.
Te invito a leer esta reflexión, y si puedes, regalarte también un día así: sin prisa, sin ruido, solo con presencia y alma abierta.
4- 01 de mayo- Reflexión en el día del trabajo
Este Día del Trabajo quise detenerme a reflexionar sobre algo que me ha acompañado durante años: la diferencia entre trabajo, profesión, vocación y pasatiempo. ¿Estoy invirtiendo bien mi tiempo? ¿Elegí con el corazón o por necesidad? Descubrí que no siempre coinciden, pero todos estos aspectos forman parte de mi camino. Me ayudó mucho pensar en el ikigai, esa filosofía japonesa que invita a encontrar el equilibrio entre lo que amamos, lo que hacemos bien, lo que el mundo necesita y aquello por lo que nos pueden pagar. En mi búsqueda, entendí que mi vocación no siempre tiene que ser visible o rentable: a veces vive en lo sencillo, en lo íntimo, en lo que no puedo dejar de hacer.
Te invito a leer esta reflexión y, si resuena contigo, a seguir tu propia curiosidad, sin prisas, con amor y autenticidad.
5.- 02 de mayo -Libros sobre maternidad para disfrutar
Este domingo es el Día de la Madre y, con motivo de esta fecha, quiero compartir siete libros que he leído recientemente y que me conmovieron por cómo abordan la maternidad. En cada uno encontré figuras maternas complejas, poderosas y humanas, que dejaron huella en las historias y también en mí. Son libros que celebran el amor incondicional, los silencios, los sacrificios y la fuerza cotidiana de las madres que nos moldean. En ellos, la maternidad aparece en todas sus formas: biológica, adoptiva, deseada, impuesta, ausente o dolorosa, pero siempre profundamente significativa.
Te invito a recorrer conmigo esta selección literaria y rendir homenaje, desde la lectura, a todas las formas de ser madre.
6.- 03 de mayo- Celebra el día de la madre
Conmemoro el Día de la Madre reflexionando sobre su origen en Estados Unidos, gracias a Anna Jarvis, y cómo hoy se celebra en distintos países, como España. Aunque el paso del tiempo la haya vuelto una fecha comercial, para mí sigue siendo un homenaje al amor, al cuidado y al sacrificio materno. Este año decidí celebrarlo leyendo en voz alta poesías que evocan la presencia de mi madre, dejando que la palabra se convierta en un acto de conexión y memoria. Me acompañan versos de Mistral, Benedetti, Neruda y Storni, que llenan de ternura y gratitud este tributo. Y al final, comparto una poesía que escribí yo, con una mirada íntima y nostálgica.
Te invito a leerlo y dejarte abrazar por la poesía y el amor que perdura más allá del tiempo.
Y como el domingo también merece ser celebrado, quiero compartir contigo uno de mis momentos especiales.
Primavera en una maceta: una margarita para mi hogar
Hay algo en el aire de la primavera que despierta algo adentro. Es como si el cuerpo mismo pidiera salir, estirarse, respirar más hondo... dejarse tocar por la luz, aunque sea unos minutos más. Esta semana, con ese sol tibio de abril y los árboles estrenando su verde más fresco, sentí esa necesidad casi instintiva de estar rodeada de vida. Así que hice algo muy simple, pero profundamente reconfortante: fui a una tienda de flores.
No buscaba nada en particular. Solo quería caminar sin prisa, dejarme llevar. Entre plantas, macetas de barro, hojas que se soltaban como si danzaran, y flores que parecían susurrar entre ellas, me sentí en paz. Me detuve en cada rincón como quien visita una pequeña exposición de arte vivo. Había olor a tierra mojada, crujidos suaves bajo los pies, etiquetas escritas a mano… todo invitaba a bajar el ritmo, a mirar con calma, a estar.
Entre orquídeas orgullosas, helechos desbordantes y cactus con espinas tímidas, mis ojos se posaron en algo mucho más sencillo: una maceta de margaritas. Pequeña, sin grandes aspavientos, pero con una energía luminosa que me hizo sonreír sin pensarlo.
Las margaritas me llevan directo a la infancia. A esos días de campo y de sol donde bastaba un ramo de flores silvestres para sentirnos felices. Las recogíamos al borde del camino, las metíamos en el pelo, las prendíamos con horquillas improvisadas a la ropa. Y claro, deshojábamos cada una con la eterna pregunta: “me quiere, no me quiere…
A veces no era por amor, sino por pura magia inocente: ¿me irá bien mañana? ¿Debería decir que sí? Las margaritas eran como pequeñas adivinas, cómplices de nuestras dudas, compañía silenciosa de nuestros primeros sueños.
También están las amapolas, tan intensas que parecían guardar secretos. Y los dientes de león, de un amarillo vibrante que finalmente soplábamos con la certeza de que nuestros deseos volarían directo al cielo expandiendo sus semillas en el universo. Todas esas flores están en el fondo de mi memoria, como parte de un paisaje que todavía me habita. Una juventud donde la naturaleza bastaba para sentir que todo estaba bien, que todo era posible.
Hoy esa maceta de margaritas está en casa, al lado de la ventana. Sé que no durarán mucho. Que como todo lo bello, se irá. Pero eso no las hace menos valiosas. De hecho, creo que justo por eso me enseñan a mirar distinto, a agradecer los días que florecen, a detenerme unos segundos más.
No todo lo que vale dura para siempre. Y no todo lo que dura tiene que valer más. A veces, con una sola margarita, un recuerdo y una tarde cualquiera de primavera, basta para entender que lo simple también sostiene. Que en lo pequeño también vive la belleza.
🌼 Y tú, ¿hay una flor que te lleve de vuelta a tu historia?